Esta mañana he visto una foto muy bella, un ARCOÍRIS sobre la devastada Isla de Manhatan por el huracán Sandy. La foto fue realizada “después de”… es decir, cuando todo parece que se calma, cuando la ira de la naturaleza se gira y va buscando otros lugares donde arrasar todo lo que encuentre por el camino. La naturaleza está muy cabreada, mucho y con razón. Ella no entiende que siendo el único lugar habitable (por el momento), la estemos convirtiendo en lo contrario, inhabitable, irrespirable, con lo guapa que se pone ella para cada estación, y para el disfrute de todos los que «habitamos en la misma».
Ahí quería yo también llegar… ¿para todos?… Hablando en concreto de este huracán que ha sido terrible y muy, muy mediático, entiendo por qué ha golpeado a New York, EEUU, bolsa, dólares… ha sido terrible, es cierto, y han fallecido 17 personas, una sola ya es una tragedia, sea donde sea… pero lo que a mí me deja perpleja, es que en el Caribe, en concreto en Haití, creo que van por 55 personas fallecidas… y la cobertura no está siendo la misma ni mucho menos.
Todos los informativos y diarios han puesto, una y otra vez, las imágenes de Manhattan en llamas o Wall Street anegado por las aguas… Está claro que, para empezar en el imperio de Nueva York, los edificios están mejor construidos, no son cabañas como en las costas deprimidas del Caribe y de ninguna parte del planeta, y los poderos viven en lugares a prueba de todo tipo de inclemencias climatológicas, bueno eso creen… cuando la naturaleza dice allá que voy con gran fuerza, no entiende de ricos ni pobres… pero tiene que ser muy, muy fuerte, para que en las torres de marfil donde habitan se tambaleen. Está claro que hay zonas, donde el arcoíris no sale jamás, jamás, pero ellos ni se inmutan, mientras salga donde ellos están, son demasiado ambiciosos y confiados también, la vulnerabilidad se puede comprar… pero no del todo.
A nivel personal, y emocional, también pasan huracanes, que sin piedad, arrasan por donde más te duele, te dejan el alma y el corazón, absolutamente desolados, inundados de pena, y con los recuerdos flotando en ella… Uno cree que nunca se va a poder construir de nuevo en ellos, que pasará a ser un solar solitario y triste, donde sólo hay un viento gélido y gris de un invierno permanente que se te instala, pero no… de pronto, uno acurrucado en una esquina, dándose un poco de calor, para no perecer… aparece un inmenso ARCOÍRIS… entra y te envuelve en su calor y color… y se va el dolor… sucede… es así. Deseo que a todas las partes del planeta y a cada individuo del mismo, le llegue su ARCOÍRIS.
Cristina López del Hierro
Copyrigth Foto: Alfonso S. Pendás