“QUE NADIE CALLE TU VERDAD, QUE NADIE TE AHOGUE EL CORAZÓN…QUE NADIE TE OBLIGUE A MORIR…”, una estrofa de la maravillosa canción de Manuel Carrasco…
Vivimos en unos momentos convulsos, complejos, incluso con tintes muy dramáticos.
Estamos viendo casi a diario, que personas a las que se les está arrebatando la casa, es decir la vida, están decidiendo ellos mismos quitársela, antes de que se la quiten del todo unos hombres de negro, con el mismo color en el corazón.
Estoy segura que algunos casos se trata de conservar hasta el final su DIGNIDAD… Dignidad, bella palabra, pero no es una palabra más, es nuestro mayor patrimonio. La dignidad es lo que nunca se deber perder, es decir, te pueden arrebatar todo en la vida, recortarte hasta el aire, pero tu alma, tu ser, tus principios adquiridos al nacer, tu orgullo como persona…
DIGNIDAD… Ya la palabra va con la cabeza alta. La dignidad es lo contrario a la humillación, a que alguien te haga agachar la cabeza, que te hagan sentir que no eres nada, sólo una moneda de cambio en ocasiones, que no tienes derecho a nada más que a lo que a determinados seres les parezca que puedes tener.
¿Quién es más que nadie en este mundo para arrebatarte tus derechos?… Pues eso… ¡NADIE! El problema es… ¿Quién se los otorga? ¿Quiénes y por qué lo consentimos? Ese es el tema.
Desde que el mundo es mundo, siempre ha habido y habrá diferencia de clases, pobres y ricos, explotación… Pero yo confieso que he vivido con la esperanza de que, según avanzara la «civilización», consiguiéramos un mundo más igualitario, sin estos desfases tan tremendos. Pues no… muy al contrario, las diferencias van en aumento… En este país en concreto se está acabando con la clase media y los ricos están siendo más ricos y el nivel de pobreza está aumentando por días.
Hasta el nivel de lo que hablaba antes, de la pérdida de lo que la constitución dice que tenemos derecho todos: una vivienda digna.
Pues no, los señores de negro se lo pasan por el forro de «seda». Eso sí, negro, y desahucian sin que les tiemble la mano; da lo mismo la circunstancias en las que se encuentren estas personas.
Yo les desahucio a Vds. de la belleza, de la ternura, de levitar con una mirada, de la pasión de una mano que te coge y te acoge…Yo les desahucio a Vds. de la luz de una sonrisa, en una noche oscura… Les desahucio de todo lo que merece la pena en la vida y que no pueden comprar con todo el dinero que acumulen «quitando la vida a los que Vds. desahucian», pero su DIGNIDAD, en muchos casos, jamás.
En el único caso que quizás se pueda entender que se pierda la DIGNIDAD, o por lo menos ser más condescendiente, es cuando de amor se trata… Cuando se ama con pasión entra uno en un estado de locura, en el cual uno pierde el norte, el sur, y todo lo que se tenga que perder… Porque uno piensa que con ello gana… pero tampoco debe ser así, hasta en esos estados de «locura» transitoria hay que mantener tu ser, entender que uno es único e irrepetible y que la «lucha» por la conquista permanente tiene que ser por ambas partes… Si no, al final… el amor se irá igual… “Y TU DIGNIDAD, ESTARÁ ESPERANDO A QUE VUELVAS…” que también y tan bien canta Miguel Carrasco.
Cristina López del Hierro